¿INCLUSIVA, ALTERNATIVA O IMPOSICIÓN?
El grupo LGBT (Lésbico, Gay, Bisexual y
Transexual), es un movimiento social que tiene como fin primero y último el
normalizarse con la comunidad heterosexual, esto, en los ámbitos jurídicos, morales
y sobre todo de tolerancia e integración, este movimiento tiene sus
antecedentes en la primera mitad del Siglo XIX, claro está bajo otros tintes y
sobre todo con varias organizaciones alrededor de varios países cuyos intereses
versaban sobre la despenalización de la “sodomía” en sus más variadas
acepciones; después de la segunda guerra mundial, surge el Movimiento Homófilo,
cuyos objetivos se centran en conseguir la aceptación de la comunidad
homosexual como miembros respetables bajo dos mecanismos, primero, la difusión
del conocimiento científico sobre la homosexualidad, desterrando mitos
negativos; y, el segundo, consistía en tener voz para convencer y hacer saber
que los homosexuales eran personas como cualquier otra, normales y honrados.
Finalmente, en la ciudad de New York, el 28 de Junio del año de 1969, se
suscitó un incidente que a la postre sería nombrado como los “disturbios de
Stonewall”, acontecimiento dado en protesta por el acoso policial hacia la
comunidad homosexual; dicho acontecimiento tuvo impacto en las demás
organizaciones homófilas que subsistían y una gran réplica en otras ciudades y
universidades del país y a la postre en otros países; ya para el año 2003, se
buscaba no sólo el respeto a su dignidad humana sino homologar su estatus
jurídico en cuanto a las uniones civiles y el matrimonio entre personas del
mismo sexo así como tener reconocimiento a las sucesiones, obtener beneficios
de seguridad social así como fiscales. En México, dicho movimiento también
replicó, así, en 1978, cuando se realizaba la marcha conmemorativa del
movimiento estudiantil del 68, algunos hombres y mujeres homosexuales se
unieron a ella, dando comienzo también del llamado Movimiento de Liberación
Homosexual; debe decirse también que en mucho influyó el aumento en el nivel de
estudio poblacional, la creciente urbanización y sobre todo el aumento en el
desapego religioso.
El 17 de mayo del 2016,
nuestra bajeza ignorantísima de México, Enrique Peña Nieto, presentó una
iniciativa denominada "matrimonio sin discriminación", con
obligatoriedad en todas las entidades y que se esperaba sancionar en el
Congreso de la Unión, surgiendo como respuesta el “Frente Nacional por la
Familia”, que se dice el único colectivo que garantiza la continuidad de la
vida, por lo que para apaciguar sus movilizaciones, el pasado 10 de septiembre
del presente año, los líderes de las bancadas de la diputación y senado, Cesar
Camacho y Emilio Gamboa Patrón, prometieron congelar dicha iniciativa; esto
quiere decir que no hay certeza de lo que pueda suceder en los meses próximos,
dado que algunos de los actores que intervienen (Gobierno, Iglesia), tienen una
reconocida doble moral y sobre todo falta de honorabilidad y palabra, aun así,
y en virtud de la resolución de la Suprema Corte, el matrimonio entre personas
del mismo sexo es un hecho consumado e inevitable y los derechos, prerrogativas
y obligaciones tendrán que surgir en armonía al criterio ya sostenido por
nuestro máximo órgano judicial.
Ahora bien, el movimiento
LGBT, determina que la “IDEOLOGÍA DE GÉNERO”, se expresa no como un idealismo
de homosexuales para homosexuales, ya que se contempla y se reconoce como parte
integrante de un todo, es decir, de la sociedad, donde el principio básico de
su existencia es simple, la igualdad, la no discriminación, la libertad de
elección personal y de identidad de género para con ello evitar la exclusión y
el prejuicio consabido por estigmas sociales.
No obstante lo anterior, voces
en contrario, como el frente por la familia, el Consejo Mexicano Nacional de la
Familia, Coalición Nacional para los Derechos Humanos a favor de la Vida y la
Familia y en específico exfuncionarios de la ONU (Organización de las Naciones
Unidas), afirman que el LGBT, es el instrumento utilizado para la imposición por
el nuevo orden mundial de la denominada “ideología de género” con fines
ocultistas y determinados a la reducción poblacional mundial y control de
natalidad.
Pero existe otro instrumento
más fuerte, más importante y sobre todo eficaz, la educación; así, el nuevo
modelo educativo presentado por el Secretario de Educación Pública, Aurelio
Nuño Meyer, tiene siete prioridades, el fortalecimiento escolar teniendo a la
escuela y al alumnado al centro del sistema educativo; mejorar la
infraestructura, equipamiento y materiales educativos; ofrecer un óptimo y
continuo desarrollo profesional docente; revisar los planes y programas de estudio;
mejorar la equidad e inclusión educativa; vincular al mundo educativo
con el mercado laboral; e, implementar una reforma administrativa al interior
de la SEP. Es el tema de la equidad e inclusión educativa en donde se postula o
por lo menos es a donde apuntan los cánones de la ideología de género, en donde
se establece en principio que las niñas y los niños no son diferentes sino que
la sociedad es la que los obliga a ser diferentes, pues ambos pueden no sólo
hacer actividades de cualquier sexo sino también tomar o adoptar los roles que
mejor les plazca, y en sí, decidir sobre su propio cuerpo sea cual fuere, y es
la escuela precisamente la que debe desaparecer todas esas diferencias, pero
además, se debe enseñar a niños de 10 a 19 años, temas sobre homosexualismo,
transexualismo, el fetichismo, sadismo, masoquismo, y otros más, en los que a
dichas prácticas no se les menciona como conductas ni mucho menos como desviaciones,
sino variaciones de la sexualidad en las que su práctica no son necesariamente
nocivas, lo que es consultable en la página web: http://www.who.int/maternal_child_adolescent/documents/adh_93_3/es/;
así, en algunos países como Argentina, España, Croacia y Estados Unidos, la
enseñanza sobre sexualidad en esos términos se está dando; México, forma parte
de la OCDE, por ende, es innegable que también adopte estas medidas en las
cuales, la negación u omisión a implementarla en la enseñanza como docente, la
oposición de los padres de familia, se homologan a la comisión del delito de
discriminación.
Es
indiscutible que los Estados tienen la obligación jurídica de cerciorarse de
que las leyes y políticas no discriminen contra las personas por su orientación
sexual y su identidad de género, como también que su marco jurídico ofrezca una
protección adecuada contra esa práctica discriminatoria por terceras personas;
por ello, pienso que deben reconocerse derechos para los integrantes del LGBT,
con las debidas regulaciones del sentido común y las necesidades específicas de
nuestra sociedad, lo anterior, sin conculcar jamás el derecho de los demás ciudadanos y sobre todo en avenencia con el
interés superior de las niñas, niños, menores e incapaces, tal y como lo dictan
las diversas Convenciones de las que nuestro país forma parte y que se han
fraguado como leyes supremas al tenor del artículo 133 Constitucional.
La
iglesia católica es totalmente opositora frente al LGBT, no obstante, aún y
cuando tiene argumentos sólidos de decencia, debo decir que es una institución
que no ha podido corregir sus históricas perversiones y que ha percepción del
suscrito se tornan inconsistentes por la doble moral que siempre ha desplegado,
pues es la menos indicada para asentar que se trata de un movimiento
manipulador cuando dicha institución ha
sido la maestra de la manipulación de todos los tiempos.
Aunque
no puedo dejar de lado que la ideología de género que se impulsa desde la ONU, las
he estimado desde el punto de vista religioso, científico y psicosocial, percibiendo
matices verdaderamente monstruosos que rebasan la bandera de la no
discriminación y que efectivamente se posicionan como una obligatoriedad porque
patentizan las ideas globalizadoras neoliberales; también sostengo que, la
diversidad sexual es un hecho existente y evolutivo, creo en la dignidad
humana, en la libertad personal, emocional y afectiva; asimismo, pienso que la
bondad, el respeto, la tolerancia y la empatía, son valores humanos que
cualquier persona que se considere decente debe tener y sobre todo practicar.
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