jueves, 19 de enero de 2017

EL TIEMPO CAMBIÓ EL CURSO DE LA HISTORIA






Desbaratada por un temporal

Se dice que en el año 1588, el rey Felipe II de España envió una flota, la llamada; Armada invencible contra Inglaterra. Pero las cosas no salieron como estaban previstas pues el tiempo desempeño un papel destructivo.  Veamos que paso

Cuando la escuadra  española  entro en el canal de la Mancha, se encontró con una flota de buques ingleses. Aunque estos tenían la ventaja de ser más ligeros, causaron pocos daños a los barcos españoles. La Armada continúo su curso hasta anclar cerca de Calais, donde tenía órdenes de embarcar tropas para la prevista invasión de Inglaterra.

Entretanto, al amparo de la oscuridad, los ingleses prendieron fuego a varios de sus propios navíos y, aprovechándose de una brisa y una corriente favorables, los lanzaron sobre las naves españolas fondeadas en el puerto, para eludir los buques incendiados, los españoles cortaron las amarras de muchas de sus embarcaciones, una maniobra que tendría más tarde desastrosas consecuencias. Después, ambas escuadras se internaron en el mar del Norte. Como la flota inglesa había agotado su pólvora se retiró a las costas de su país. Pero la Armada española que tenía el viento en contra y a los ingleses cortándoles el pase a España, se vio obligada a continuar su curso hacia el norte, rodear Escocia y bajar por la costa de Irlanda para retornar finalmente la península.

Después de doblar Escocia, la flota fue acometida por una violenta tempestad en aguas del Atlántico, que lanzo muchos navíos contra la costa irlandesa. La defensa normal en estos casos era echar anclas y aguardar a que soplaran vientos favorables; sin embargo, como en el encuentro con los buques incendiados se habían cortado las amarras de muchas anclas, veintiséis navíos españoles zozobraron, con pérdida de cinco mil a seis mil hombres. Cuando la Armada regreso a España, habían perecido casi veinte mil efectivos. El factor más decisivo en la gran pérdida de naves y hombres fue, obviamente el más tiempo.

Así lo creyeron los holandeses, que haciéndose eco de la creencia popular de que Dios es el causante de los desastres naturales, acuñaron después una medalla para conmemorar la destrucción de la Armada Invencible con la inscripción: “sopló jehová y fueron dispersados”.


Derrotado por la lluvia

Otro acontecimiento que cambiaría el curso de la historia y que se vio grandemente influido por la furia de los elementos fue la batalla de Waterloo, en 1815. Según la historia, en el campo de batalla al sur de Bruselas (Bélgica), más de setenta mi hombres cayeron muertos o heridos en cuestión de horas. 

El duque de Wellington, militar inglés, eligió el campo de batalla y se posiciono en un elevado terraplén. Aunque las tropas francesas, comandadas por Napoleón, superaban en número a las de Wellington, tenían que derrotar al enemigo antes de que acaba el día, pues los ingleses recibirían refuerzos del ejército prusiano esa noche. Sin embargo, cayó una lluvia torrencial la noche de la ofensiva. El suelo, anegado por la lluvia, era un completo lodazal. Napoleón, que quería asegurarse una victoria al clarear el día, se vio obligado a retrasar varias horas el ataque. La principal razón de la demora  fueron las condiciones del terreno, que tenía que secarse algo antes del ataque. Por otro lado, el fango menguo la efectividad de los cañones, el arma favorita de Napoleón.

 El alcance de los disparos fue menor debido a las dificultades para desplazar las pesadas maquinas en el lodazal; y las balas, que deberían rebotar en el suelo y causar más estragos a las tropas de Wellington, no lo hicieron porque el suelo encenegado amortiguaba el golpe. Aquello supuso un gran desastre para Napoleón y sus soldados. En efecto, las inclemencias del tiempo provocaron la derrota del ejército napoleónico, y el emperador se fue al destierro.

En los dos casos citados, es obvio que el tiempo atmosférico tuvo un decisivo efecto en sucesos que sacudieron al mundo. Estos, a su vez, desempeñaron un papel en el surgimiento del imperio británico.





























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