viernes, 27 de enero de 2017

EL ARTE DE SABER ESCUCHAR






Este en un relato de un  sueco que viajo a África, quería ver el mundo fuera de la perspectiva del egocentrismo europeo. Menciona que la manera más sencilla de explicar lo que ha aprendido de su vida en África es acerca de por qué los seres humanos tenemos dos oídos y solo una lengua. ¿Cuál es la razón? Probablemente nacemos así para que escuchemos el doble de lo que hablamos.

En África, escuchar es un principio básico. En el mundo occidental, en cambio, es algo que ya casi se ha perdido a causa del constante parloteo, porque nadie parece tener el tiempo o las ganas de escuchar a nadie más. Hablamos sin cesar, y terminamos asustados por el silencio, el refugio de aquellos que no tienen respuestas.  En todo el continente africano, la gente escribe y cuenta historias. Es muy probable que la literatura africana irrumpa en el escenario mundial.

Después el sueco cuenta un encuentro que tuvo y que no ha podido olvidar. Relata; era un día caluroso, y estaba tomando un descanso de los ensayos, y salió a la calle deseando con el alma que soplara una brisa fresca. Dos ancianos estaban  sentados en esa banca, pero hicieron espacio para mí, dice. En África, las personas comparten algo más que el agua de una manera fraternal. Incluso cuando se trata de la sombra, la gente es generosa. Sigue contando que escucho a los hombres hablar de otro anciano que había muerto recientemente, uno de ellos dijo: estaba yo de visita en su casa. Empezó a contarme una historia increíble acerca de algo que le ocurrió cuando era joven; era una historia muy larga. Al caer la noche, me dijo que tendría que volver al día siguiente para contarme el resto, pero cuando llegue allí, ya había muerto. El hombre se queda en silencio. Decidió el sueco no levantarse de aquella banca hasta que hubiera escuchado algún comentario de su compañero. Finalmente hablo, esa no fue una buena forma de morir dijo; no debió hacerlo sin antes de haberte contando el final de su historia.

Muchas palabras se escribirán en el viento y sobre la arena, o terminaran en una bóveda digital oscura. Pero la narración perdurara hasta que el último ser humano deje de escuchar. Entonces podremos enviar la gran crónica de la humanidad hasta el universo infinito. ¿Quién sabe? Tal vez haya alguien allá fuera dispuesto a escuchar.






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